AMORES DESPARRAMADOS

Prólogo

¡Toda obra de arte habla de si mismo! Se esta afirmación fuera verdadera entonces mi intento de homenajear a las mujeres de la clase de Español, sin olvidarme de Juan, por supuesto, fue un fracaso.
Escribir es construir con palabras un laberinto a fin de que él di sentido a la conquista de Ariádigne, trayendo encima el miedo y deseo del Minotauro. El escritor entra en el laberinto que construyó y sigue perdiéndose en los pasillo de las palabras , solamente escuchando la dulce voz de Ariádigne que lo llama para salida, mientras él desea con Minotauro abrazarse.
De esa manera, este prólogo sirve como un aviso a los navegantes de la poética de Ben Borges. Así, él es para que los que piensan encontrarse en esos poemas no van a quedarse naufragados en sus desencantos. Pues cada una de las personas que fueran objetos de poesía son como pequeños barcos en el océano de las palabras.
Entretanto, es bueno pensar que la obra de arte, especialmente la poesía, comprende un conjunto de imágenes de impresiones, sentidos, sentimientos e ideas. De ese modo, no tiene en esos poemas imágenes o representaciones de nadie, ni siquiera parte, una ínfima parte de alguien, pero solamente las impresiones de estas partes, o sea, el reflejo de un ojar o un sonido de un chasquido, quién sabe una sonrisa o un simple gesto, sin embargo, tiene mucho más deseos, anticipaciones y expectativas de éstos.